Conocer o no conocer a Francisco Garzón Céspedes.
Cuando allá por el 2000 empecé estudiar Narración Oral, los primeros textos que leí fueron los de Francisco Garzón Céspedes.
En el ambiente de la Narración Oral de Argentina, era uno de los más nombrados. Cuando empecé a ver narradores me decían: “ese es garzoniano”, “esa también”. “Lo que está haciendo “ese” no es narración oral, aquel no se mueve en el escenario como los de la escuela de Garzón. “Eso está mal, según Garzón tenés que vestirte de negro y sin ningún adorno”. Yo escuchaba y asentía, pero de veras el “garzoniano” me parecía un mundo cerrado y casi autista.
Algunos narradores llegaron a decirme que lo que yo hacía no era narración oral porque “según Garzón lo que tenía que hacer era…”
Yo seguía haciendo presentaciones, leyendo, viendo narradores, tratando de entender en qué mundo me estaba metiendo.
De a poco fui buscando información acerca de Garzón y de muchos otros teóricos que decían estar a favor o en contra de… ¿adivinen quien? Si, de Garzón.
O sea, a favor o en contra, era el referente.
Cuando en enero de 2008 viajé a España, se me ocurrió la idea de contactarme con él.
Ya me habían avisado que era muy difícil que me respondiera, menos todavía que le interesara encontrarse conmigo. Yo pensé: ¿qué tengo para perder? Lo peor que puede pasar es que no me conteste, o que me conteste y me diga que no tiene tiempo, que lo llame en el 2030.
El primer mail que le mandé lo contestó, muy amablemente, una persona de su equipo de trabajo. A partir del segundo mail, el contacto fue directo con él. ¡UAU! ¡Sorpresa!
Allí estaba, en persona, mejor dicho, en mail.
El intercambio fue fluido y cada vez más interesante. Y ya en España, nos encontramos en un café muy elegante de Madrid.
Pero esto forma parte de otra historia.
Cuando allá por el 2000 empecé estudiar Narración Oral, los primeros textos que leí fueron los de Francisco Garzón Céspedes.
En el ambiente de la Narración Oral de Argentina, era uno de los más nombrados. Cuando empecé a ver narradores me decían: “ese es garzoniano”, “esa también”. “Lo que está haciendo “ese” no es narración oral, aquel no se mueve en el escenario como los de la escuela de Garzón. “Eso está mal, según Garzón tenés que vestirte de negro y sin ningún adorno”. Yo escuchaba y asentía, pero de veras el “garzoniano” me parecía un mundo cerrado y casi autista.
Algunos narradores llegaron a decirme que lo que yo hacía no era narración oral porque “según Garzón lo que tenía que hacer era…”
Yo seguía haciendo presentaciones, leyendo, viendo narradores, tratando de entender en qué mundo me estaba metiendo.
De a poco fui buscando información acerca de Garzón y de muchos otros teóricos que decían estar a favor o en contra de… ¿adivinen quien? Si, de Garzón.
O sea, a favor o en contra, era el referente.
Cuando en enero de 2008 viajé a España, se me ocurrió la idea de contactarme con él.
Ya me habían avisado que era muy difícil que me respondiera, menos todavía que le interesara encontrarse conmigo. Yo pensé: ¿qué tengo para perder? Lo peor que puede pasar es que no me conteste, o que me conteste y me diga que no tiene tiempo, que lo llame en el 2030.
El primer mail que le mandé lo contestó, muy amablemente, una persona de su equipo de trabajo. A partir del segundo mail, el contacto fue directo con él. ¡UAU! ¡Sorpresa!
Allí estaba, en persona, mejor dicho, en mail.
El intercambio fue fluido y cada vez más interesante. Y ya en España, nos encontramos en un café muy elegante de Madrid.
Pero esto forma parte de otra historia.
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