martes, 31 de mayo de 2011

Reflexiones



SER MUJER, UN APRENDIZAJE PERMANENTE.

Hasta hace algunos años, yo estaba segura que al nacer quedaba escrito en alguna parte nuestro destino.
Después pensé: ¿Si esto es así, si ya todo está escrito y predestinado, dónde queda mi posibilidad de elegir? ¿de actuar? ¿DÓNDE ESTÁ MI LIBERTAD?
Entonces me convencí de que sólo yo podía decidir mi vida, de que podía hacer lo que quería, que era dueña de mis actos.
¿Pero es así? ¿Cuánto de lo que hacemos es absolutamente nuestro y cuánto consecuencia de lo que recibimos?
Somos un eslabón en la larga cadena de la humanidad, único e irrepetible pero un eslabón que nos enlaza con los que fueron y con los que vendrán.
No podemos cambiar el mundo pero podemos cambiarnos a nosotras mismas y mostrar un camino diferente a los que nos rodean. Tenemos la posibilidad de escribir nuestra historia, de resignificar lo que nos pasó y pasa a lo largo de la vida. Para que la vida no nos pase por encima.
Durante siglos las mujeres fuimos el sostén emocional de la familia. Velamos por nuestros padres, nuestros esposos y nuestros hijos. Si ellos eran felices lo éramos también nosotras. Vivimos en función de “los demás”.
Pero tratar de hacer felices a todos es una empresa imposible, que muchas veces nos cuesta la salud y la vida. Una mujer que es hija, esposa, madre, abuela, muchas veces se olvida de ser “mujer” y cuando lo recuerda y siente la necesidad de verse y  sentirse como “mujer” siente culpa, escucha en su interior, “tu felicidad es la de los otros, ¿quién te enseñó que tenemos derecho a ser felices? ¿a ser simplemente persona?
Pero entender lo que nos pasa requiere tiempo y darnos cuenta también. Entender qué mandatos rigen nuestra vida que nos hacen aceptar situaciones de maltrato, humillación y sometimiento creyendo que son normales. Entender que decir “yo no trabajo, soy ama de casa” es una aberración, que trabajar en la casa y además en alguna fábrica u oficina no tiene nada que ver con una supuesta “liberación de la mujer”, que decir “ese hombre es mejor porque ayuda a su mujer con los niños o con la casa también es una falacia, porque pone en evidencia lo que parecería ser bueno pero en el fondo es mas de lo mismo. ¿Porqué ayudar es bueno?
¿Acaso no es su casa, su hijo? ¿No es su obligación?
Las mueres que pasamos los 50 vivimos tironeadas. Por lo que nos enseñaron y por lo que queremos hacer. El mundo no es como nos lo vendieron. Nuestra educación no tiene nada que ver con la forma en que educamos a nuestros hijos.
El mundo cambia rápidamente. Lo que ayer era un escándalo hoy es natural. El movimiento es continuo y nos sacude. Ya cumplimos con todos, ahora queremos otra cosa. De pronto se nos ocurre que queremos florecer. De pronto nos damos cuenta de que lo que Freud llamó “el síndrome del nido vacío” es una oportunidad de salir al mundo; Freud me parece un genio, pero ¿saben que?  Era hombre y se le perdieron de vista algunas cosas. Conozco muchas mujeres que al llegar a la “mediana edad” se deprimen, lo único que esperan es morir o tener nietos y ocuparse de ellos, pero también hay muchas otras que empiezan a vivir una vida plena y productiva. Cuentan cuentos, estudian, pintan, esculpen, viajan y disfrutan a pleno.  Pero asusta. La libertad asusta, porque todo crecimiento da miedo, se siente como viviendo una “crisis”. Pero la crisis produce cambios y eso es lo que buscamos y debemos tomar.
No existe la realidad sino una lectura de la realidad. El lenguaje es instrumento de conocimiento, expresión y recreación del mundo interior y exterior. El lenguaje es el medio para comunicarnos  con otros, para recibir la herencia del pasado, para asimilar, construir y difundir aquello que denominamos cultura.
Así como el pájaro de la libertad necesitó que sus pares le mostraran uno de los tantos caminos para llegar a la rama más alta del árbol mas cercano, así nosotras las mujeres tenemos la posibilidad de aprender de nosotras mismas y volar.
Por eso,  si no es “ahora” el reto de llegar a la rama mas alta de nuestro árbol de la vida, entonces, ¿cuándo?



                                            Inés Grimland – Narradora Oral

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